Los
libros de texto como herramienta se hacen útiles en una determinada
parcela de conocimiento y con respecto a unos determinados usos
metodológicos. El principal error de nuestro sistema educativo, que
se ha venido perpetuando desde hace décadas, es centrar la educación
en el libro de texto como la única y más deseada herramienta de
aprendizaje. Es más, en un único libro de texto que ha de poseer
todo el alumnado de un curso determinado, independientemente de sus
intereses, inquietudes, madurez, relaciones, contexto, etc.
Esto,
evidentemente causa estragos en los resultados referentes al
aprendizaje del alumnado que se limita a conocer el mundo de una
manera dogmática, mediatizada, uniformada, con altas dosis de
memorización mecánica y pasividad ante metodologías autoritarias
que anulan toda particularidad, actitud crítica, colaborativa,
investigadora o pragmática; redundando así en una apatía
generalizada por aprender (que se desarrolla en las escuelas, matando
de a poco la curiosidad natural de toda persona)
Este
modelo de enseñanza, que traslada el modelo de fabricación en
cadena de las factorías, produce alumnado uniformemente infeliz.
Sin
embargo este modelo no es exigido (aún) por el sistema educativo
(qué sí fomentado e incluso inducido), pero en los y las maestras
de hoy en día, incluso en quienes nos estamos formando para serlo,
no observamos ninguna
inquietud,
duda o interés por buscar vías alternativas al “gran dictador”
de clases y aprendizajes.
Es
muy fácil decir, es incluso un lugar común y queda bien: Lo ideal
para un aprendizaje significativo, holístico, crítico, autónomo y
en constante formación y enriquecimiento, es la utilización de los
múltiples recursos a nuestra disposición en función de las
necesidades del alumnado y las características de los contenidos a
enseñar.
Pero,
si rascamos un poquito, veremos que sigue subyaciendo un uso
preponderante de un único libro de texto.
Nosotras
consideramos, que en tanto que referente único, el libro de texto no
ha de ser utilizado. Y por tanto, no se hará necesario (salvo
excepciones) la multiplicación de un mismo libro más allá de dos o
tres veces.
Pero
el peligro va más allá del uso de libros de texto como referentes
únicos. Y es que, a nuestro parecer, se pueden utilizar otros
materiales didácticos que caigan en la misma práctica dogmática y
de camino único si no nos preocupamos de la diversidad del alumnado,
su contexto e intereses.
Así,
podemos trabajar por fotocopias y ser igualmente estrictas/os, o por
proyectos, o con nuevas tecnologías… y no dar ni un paso más allá
en la creación de nuevas perspectivas metodológicas.
Por
ello, y tal como se comentaba en el fragmento de la educación 2.0.,
no se trata de una mera sustitución de los libros de texto por
ordenadores o de pizarras por pizarras digitales. Requiere un giro
metodológico importante.
Y
nos atrevemos a subrayar que ese giro metodológico, pedagógico es
radicalmente más importante que si éste es acompañado finalmente
del uso de las TIC (que se trataría obviamente de un apoyo más).
En
consecuencia, una clase en que el alumnado se sienta libre de
proponer, discutir, investigar, intentar, probar, colaborar, usar
diferentes fuentes, etc. con dinámicas que favorezcan un aprendizaje
constructivo es quizá el paso requerido más importante para
realizar definitivos cambios en la educación y su sistema. Sin duda
las TIC serían una fuente más de la que nutrirse, pero no entrañan
por si mismas esta revolución copernicana que intuimos
imprescindible.
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